lunes, 19 de mayo de 2014


COMPLEJO DE CULPA


Era primavera y las hojas del bosque aún eran verdes, refulgentes y doradas. Era de esos días en los que cuando dan las 4 de la tarde no puedes hacer otra cosa más que resguardarte, pues el sol, tímido, acechante, se cuela entre los rincones y amenaza con quemarte a la más mínima oportunidad… Y qué oportunidad… Echado en ese banco del parque… Menos mal que mis hombros ya no eran lo suficientemente fuertes para enseñarlos, mis piernas ya no tenían el suficiente bello que las cubriera, tan frágiles ahora…70 años son muchos, y mi cuerpo no contradice jamás al tiempo.


- Estás igual que siempre.

La mujer que estaba esperando se da la vuelta. El tiempo se ha desvanecido entre sus dedos tan despacio… es la misma, de eso no hay duda. Como tampoco que los 20 años que nos separan se hacen más acuciantes: ella se conserva como una escultura de mármol impoluta y perfecta, donde solo el roce del viento la ha ido esculpiendo y la ha hecho más perfecta. Yo, sin embargo… 20+20. 20 años nos separan y 20 años desde entonces. Es demasiado tiempo para un viejo que a pesar de amar la belleza y conspirar por la juventud eterna, solo ha conseguido envejecer como el humano más decrépito de todos. La muerte acecha, y se nota en cada uno de mis poros.

- ¿Qué…? ¿Tú? ¿Qué..? ¿Qué haces aquí? ¿Pero que..?

Me acerco y con un gesto aún infantil sello sus labios con mis dedos. Le guiño el ojo con picardía y sonrío.

- Sabía que te encontraría aquí. Llevo siguiéndote tanto tiempo…

Ella sonríe. Es la misma sonrisa que siempre sonrosada y carnosa. Los mismos ojos claros que atraviesan la luz y se vuelven translúcidos. La misma piel blanca y perfecta. Su pelo rizado antes rubio, ahora es casi blanco y lo lleva atado en un moño.

- ¡Esteban! - grita de alegría - ¡Eres tú! ¡Cuánto tiempo!

La cojo de la mano, y ya está a mi lado.

- ¿Qué haces aquí?

Me apoyo en uno de esos coches aparcados a la perfección en la acera del parque. Parezco Humphry Bogart, con mi pelo como siempre, blanco, el tupé, las patillas que aún me dejo largas. El cigarro que me enciendo con la cabeza ladeada mirando de reojo y sonriendo.

- Lo de siempre chata, ¿qué esperabas? ¿una ovación y una epifanía a mi nombre? Pasaba por aquí.
- Ya.

Sonrío.
Sonríe.

- Sabes que no es cierto - responde. - Tú estás aquí por algo.
- Ya, tú siempre tan lista, lo sabes todo.
.- Y tú siempre tan maleducado.

Sonríe.
Sonrío.

- Paseaba y decidí verte. ¿Qué es de tu vida doña sweet-baby? ´¿Qué has hecho este tiempo?
- Lo dices como si me hubieras visto hace días, o meses. Son 20 años, Esteban. 20 años sin verte.
- ¡Los mismos! ¿Pero algo habrás hecho no?
- “¡ajajá” Pues claro. Casarme por ejemplo. Escribir no una, sino varias novelas. Tener nietos. Aquel de alli, por ejemplo - señala al tobogán mientras un querubín de pelo dorado se desliza alegremente. - ¿Y tu?
- Rosana, yo nada.
- ¿Cómo que nada? Algo habrás hecho…
- ¿Si te digo que nada me creerías? ¿si te digo que durante todo este tiempo solo observaba como pasaba sintiéndome cada vez más estúpido, más mediocre porque mi vida no derivaba en absolutamente nada? Una repetición de días, Rosana. He sido tan estúpido…
- ¿Por qué?
- Porque nunca te dije lo mucho que debía de quererte en aquel tiempo. Lo inalcanzable que parecías y lo inverbe que era al valorar mi vida con tan poco aprecio… La belleza, el dinero. Todas esas cosas tenían sentido para mi, y tu estabas tan lejos de todas ellas…
- ¿Qué…?
- No me malinterpretes Rosana. La belleza no. Poseías una perfección tal que los cánones estériles, hieréticos, que compartía con el sector de la sociedad más desarraigada..la que valoraba la moda, la televisión, las posesiones y el éxito… todas aquellas cosas, ya sabes, no me dejaban ver la esencia de la realidad. Tú. Y esa verdad ha podido conmigo todo este tiempo. Si estas palabras son las que ahora consigo expresar es porque están debidamente estudiadas. Demasiado tiempo pensando. Y es ese..
- Pero no…
- ¡Déjame terminar! Y es ese sentimiento de mediocridad efímera, de pesadumbre abotargada, lo que me ha hecho mella todo este tiempo. Echarte de menos. Dejarte escapar. Fueron unos meses tan importantes para ti Rosana… me quisiste tanto y con tanta fuerza… y yo… no lo valoré. Simplemente no lo valoré. Y es una mochila de piedras que llevo sobre mis hombros y no me ha dejado respirar durante este-no-tiempo. Tiempo para ti, muerte para mi.
- Pero me dejaste ir.
- Sí. Te dejé renacer.
- No, me dejaste ir. Y te odié. Y ya no te odio, Esteban. Solo quiero que te vayas. De todas las personas de este mundo, solo no querría estar contigo. Hasta luego.

Y así es como ella desapareció entre las hojas tintineantes del bosque de mediodía. Así es como acabé muriendo entre mis recuerdos. Muerte y resurrección. Belleza y destrucción. La vida para otros y para mi.

1 comentario:

  1. Enorabuena por tu blog, escribes muy bien, me encantan las historias, sigue así.
    Cada dia me sorprendes más.

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