Tiempo De Amor Comprimido
¿Qué harías si solo tuvieras unas
horas para querer a alguien, para tener una relación completa? De principio… a
final. ¿Lo asumirías, como algo inevitable o dejarías que pasara el tiempo en
un sinfín de minutos y segundos, de silencios que se agolpan con una sensación
de vacuidad constante?
¡Qué mas da! Si no importa nada…
El tiempo pasa, envejecemos, morimos. Y a veces, esos segundos son importantes,
porque nos hablan de la totalidad del Todo, de cuánto importan todas las cosas.
De que nuestra vida es única, irremplazable…millones de poderosos segundos
condensados en una micropartícula de tiempo. Una especie de bomba de protones
vital preparada para estallar en cualquier momento, para enseñarnos la
realidad, de repente, sin tiempo para prepararnos. Yo decidí que explotara. Y me enseñó el Todo,
la verdad de que la vida está ahí para vivirla. Creemos que somos inmortales.
Que todo, absolutamente Todo lo que hacemos es provisional, reemplazable. ¿Qué
más da si no elegimos el coche descapotable de oferta? Mañana podremos
comprarlo. Y esos planes, previsiones, pensamientos de un día más, parecen lo
constante, lo que importa. Pero en el momento en el que los pensamos, se
esfuman, para dejar pasar a otros nuevos, y ya no importa nada.
¿Por qué actuamos así?
¿Necesitamos que todo esté ahí para usarlo, disfrutarlo, destruírlo?
Pero…¿dónde quedamos nosotros entonces? ¿Somos meros actores que actuamos sobre
las cosas, vehículos de la provisionalidad del mundo que nos rodea? ¿Cuál es la
esencia de nuestra realidad? No quiero que me dirijan las cosas, No quiero que
me dirija el mundo. El tiempo. Yo decidí aprovechar ese tiempo para hacer como
Yo quisiera que fuera.
Así que decidí tener una relación
en unas horas con la persona que quería. La quise en el momento 0. Hablé, la
conocí en el momento 1, 2, 3… En la segunda hora sabía que la quería,
necesitaba seguir queriéndola. Y aproveché cada sílaba, cada mirada, cada
segundo de aquel encuentro fugaz para sentirla, tan dentro de mi… como si la
hubiera sentido toda mi vida. Los silencios eran trozos de tiempo
abrumadoramente bellos en los que podía aprovechar para escuchar cómo
respiraba, como me miraba, como sonreía y las arrugas que sutilmente se le
hacían en la comisura de sus labios. Decidí que tenía que saberlo todo de mi.
Lo difícil era decidir cuál era lo importante, lo que me definía. Porque han
pasado tantas cosas en mi vida… no sé cuál discernir. Y, como una hábil
cirujana diseccionaba los momentos más graciosos, las películas más interesantes,
los libros que consideraba imprescindibles… para darle y ofrecerle la esencia
de lo que Yo era en toda su magnitud. Teníamos 2 horas. Y ya solo quedaba su
piel, el contacto físico, cercano, el roce de los cuerpos, danzando al compás
del fuego del momento, el baile de los conocidos que se besan y hacen el amor.
Sin final. Nunca deberíamos de separarnos. Ya solo quedaba 1 hora, y había que
dormir. ¡No quiero dormir! Seguir conociéndola. Seguir observándola, ahora, al
tocar el piano. Los minutos se colaban entre las teclas y la armonía parecía
que se reía del tiempo que pasaba, como si fuera un espíritu fantasmagórico que
intentaba llevarme con él, pero me suelta en el último momento. El vino se ha
terminado. Las copas están vacías. Las lágrimas en mis mejillas, inmóviles. 2
minutos. Se escapa. Se escapa de mi vida. No puede estar más en la mía. No
puedo estar más en la suya. Es tiempo de irse.
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