martes, 4 de diciembre de 2012




Tiempo De Amor Comprimido

¿Qué harías si solo tuvieras unas horas para querer a alguien, para tener una relación completa? De principio… a final. ¿Lo asumirías, como algo inevitable o dejarías que pasara el tiempo en un sinfín de minutos y segundos, de silencios que se agolpan con una sensación de vacuidad constante?

¡Qué mas da! Si no importa nada… El tiempo pasa, envejecemos, morimos. Y a veces, esos segundos son importantes, porque nos hablan de la totalidad del Todo, de cuánto importan todas las cosas. De que nuestra vida es única, irremplazable…millones de poderosos segundos condensados en una micropartícula de tiempo. Una especie de bomba de protones vital preparada para estallar en cualquier momento, para enseñarnos la realidad, de repente, sin tiempo para prepararnos.  Yo decidí que explotara. Y me enseñó el Todo, la verdad de que la vida está ahí para vivirla. Creemos que somos inmortales. Que todo, absolutamente Todo lo que hacemos es provisional, reemplazable. ¿Qué más da si no elegimos el coche descapotable de oferta? Mañana podremos comprarlo. Y esos planes, previsiones, pensamientos de un día más, parecen lo constante, lo que importa. Pero en el momento en el que los pensamos, se esfuman, para dejar pasar a otros nuevos, y ya no importa nada.

¿Por qué actuamos así? ¿Necesitamos que todo esté ahí para usarlo, disfrutarlo, destruírlo? Pero…¿dónde quedamos nosotros entonces? ¿Somos meros actores que actuamos sobre las cosas, vehículos de la provisionalidad del mundo que nos rodea? ¿Cuál es la esencia de nuestra realidad? No quiero que me dirijan las cosas, No quiero que me dirija el mundo. El tiempo. Yo decidí aprovechar ese tiempo para hacer como Yo quisiera que fuera.

Así que decidí tener una relación en unas horas con la persona que quería. La quise en el momento 0. Hablé, la conocí en el momento 1, 2, 3… En la segunda hora sabía que la quería, necesitaba seguir queriéndola. Y aproveché cada sílaba, cada mirada, cada segundo de aquel encuentro fugaz para sentirla, tan dentro de mi… como si la hubiera sentido toda mi vida. Los silencios eran trozos de tiempo abrumadoramente bellos en los que podía aprovechar para escuchar cómo respiraba, como me miraba, como sonreía y las arrugas que sutilmente se le hacían en la comisura de sus labios. Decidí que tenía que saberlo todo de mi. Lo difícil era decidir cuál era lo importante, lo que me definía. Porque han pasado tantas cosas en mi vida… no sé cuál discernir. Y, como una hábil cirujana diseccionaba los momentos más graciosos, las películas más interesantes, los libros que consideraba imprescindibles… para darle y ofrecerle la esencia de lo que Yo era en toda su magnitud. Teníamos 2 horas. Y ya solo quedaba su piel, el contacto físico, cercano, el roce de los cuerpos, danzando al compás del fuego del momento, el baile de los conocidos que se besan y hacen el amor. Sin final. Nunca deberíamos de separarnos. Ya solo quedaba 1 hora, y había que dormir. ¡No quiero dormir! Seguir conociéndola. Seguir observándola, ahora, al tocar el piano. Los minutos se colaban entre las teclas y la armonía parecía que se reía del tiempo que pasaba, como si fuera un espíritu fantasmagórico que intentaba llevarme con él, pero me suelta en el último momento. El vino se ha terminado. Las copas están vacías. Las lágrimas en mis mejillas, inmóviles. 2 minutos. Se escapa. Se escapa de mi vida. No puede estar más en la mía. No puedo estar más en la suya. Es tiempo de irse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario