Ansiedad Narcoléptica
Uuuh! Ansiedad, nudo en la
garganta, palpitaciones, sudor…uuh! Vibrando con la expectación, esperando a la
aniquilación de-un-solo-momento. Ese momento. Que se aproxima, que llega…ex -
plota. En mi cara, a punto de prepararme para la ocasión. ¿Es injusto pedir un
momento de calma? Lo es. Para mí lo es. La calma no existe, es inaccesible,
como un tarro de mermelada situado a demasiada altura para un niño pequeño.
Aquel fue el momento de la determinación.
Había que decidir si quería enfrentarme a aquello. Avanzando, despacio, con el
corazón bombeando a mil por hora, por las calles de aquella enorme ciudad
impersonal y hostil.
Ella…¿me esperará?. Ella..
¿estará esperando a otro? Me la imagino tan bella, tan frágil, tan blanca de
piel… sus labios languidecen cuando me miran, haciendo ese pequeño gesto con la
lengua que se posa sobre ellos de una forma graciosa y sutil. Ahora ella estará
realizando ese mismo gesto, sonriendo de forma improvisada y personal a aquella
visión borrosa de ese alguien que nunca seré yo.
¿Es tan difícil el control de la
situación…el control sobre mí mismo? Por qué cuando existe ese otro que decide,
que se expresa de forma autónoma, que solicita nuestra presencia, solo a veces…
es tan complicado la autogestión. Las emociones nos impactan en el momento más
insospechado, nos abordan. Se implanta en nuestro cerebro un recuerdo que nos
secuestra, que nos obnubila cuando menos nos lo esperamos, produciéndonos un
dolor inmenso.
Y ahí estaba yo. Frente a una
puerta. La puerta de la verdad. Ella me produciría ese dolor tan tremendo que
he estado evitando todo este tiempo. Sé que si visualizo esa visión de horror,
que minutos antes rondaba en mi cabeza me romperé. En mil pedazos. Y la teoría
de la mecánica cuántica hará imposible su unión porque seré otro diferente.
Otro en el mundo. Otro sin ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario